El bebé se encontraba acostado en el hospital para poder respirar. Tenía neumonía, lo cual hacía que para su pequeño cuerpo de ocho meses de edad, permanecer vivo fuera una lucha. Los médicos, los enfermeros y la familia pelearon para salvar la vida de este débil bebé.
Algunas personas dicen que él nunca debió haber llegado a los ocho meses. Otros dicen que este querido niño no debió haber nacido, o que debieron haberlo dejado morir después que nació.
¿Por qué diría alguien algo así? Por una sencilla razón: Dylan tiene el síndrome de Down. Aunque no fue su culpa ni la de sus padres, mi sobrino nieto tiene un cromosoma de más, y va a tener que enfrentar las dificultades extras en su vida.
Pero ¿no es su vida tan valiosa como la de un bebé enfermo son el cromosoma de más? ¿No somos todos de igual valor a los ojos de nuestro Creador? ¿No somos todos deficientes de alguna manera?
Nuestra falta de perfección debería recordarnos que nadie tiene derecho a juzgar la valía de otro.
Nuestras imperfecciones son oportunidades de que Dios obre en nuestra vida. Eso fue lo que Jesús dijo a sus discípulos cuando ellos le preguntaron por qué un hombre había nacido ciego. Dijo que sucedió para que las obras de Dios se manifiesten en él. Juan 9:3
Estamos viendo a Dios obrar en la vida de Dylan. Para eso está aquí… como todos nosotros. -JDB
Si Dios no tuviera un propósito para nosotros, no estaríamos aquí.
Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. Juan 9:3
Fuente: Nuestro Pan Diario 2005
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