El tema de amistad masculina/femenina entre personas casadas es acaloradamente discutido hoy en día entre muchos cristianos. Algunos aconsejan esta relación ingenuamente y sin precaución. Otros dicen que es pecaminoso tener este tipo de relación en cualquier nivel. La autora nos comparte que la verdad se encuentra en alguna parte entre las dos opiniones.
Una guía para la amistad con el sexo opuesto para las mujeres casadas
Me doy cuenta de que hombres y mujeres deben ser cuidadosos en amistades con el sexo opuesto, pero ¿es un tabú tratar de cultivar esta clase de amistad? Para responder a esta pregunta presento la respuesta que ofrecí a una mujer casada que me consultó:
«En el pasado disfruté de varias amistades con cristianos maduros. Una relación, aunque no física, se tornó fea durante un tiempo. La distancia geográfica impide cualquier contacto cercano, pero aún estamos atraídos fuertemente el uno al otro. En tantas conversaciones, sentí que las mujeres eran poco profundas. ¿Soy rara al preferir la amistad masculina?»
El tema de amistad masculina/femenina es acaloradamente discutido hoy en día entre muchos cristianos. Algunos aconsejan esta relación ingenuamente y sin precaución. Otros dicen que es pecaminoso tener este tipo de relación en cualquier nivel. Yo creo que la verdad se encuentra en alguna parte entre las dos opiniones.
Debemos considerar varias cosas. Debemos considerar que la caída tuvo un efecto destructivo entre la relación hombre/mujer. Trajo conflicto y falta de entendimiento en vez de unidad y comunicación abierta, quizás el mayor ejemplo de esto es la división en el área del sexo, originalmente un don unificante y hermoso, pero ahora es muy común que sea un medio de abuso y manipulación. Como hijos de Dios debemos enfrentar esta división porque nuestras vidas ilustran la redención. Gálatas 3.28 nos muestra que ya no hay barreras en Cristo. Pero esto no es excusa en ingenuidades, considerando el poder del pecado en la vida del creyente. Debemos manejar la amistad con el sexo opuesto con mucha cautela, conscientes de nuestra habilidad para engañarnos.
Segundo, Dios pone gran énfasis en la santidad en el matrimonio. Debemos buscar con diligencia preservar nuestra amistad con nuestro esposo(sa). Debemos ensañarnos en conseguir santidad en todos los niveles, no solo en comportamiento, sino también en la pureza de las motivaciones y mente. Dios exige que no hagamos nada que pueda hacer caer al cristiano más débil.
Sabiendo esto, debemos encomendarnos a ciertas reglas de conducta:
1.No haré nada para debilitar mi matrimonio
2.No haré nada para debilitar a otro matrimonio
3.Consideraré apariencias
4.Buscaré la guía del Espíritu Santo y estaré abierta a sus restricciones
A veces involucrarnos profundamente en otras relaciones masculinas o femeninas, proviene de un problema matrimonial irresuelto. Y cuando una amistad hace que su matrimonio parezca gastado, hay problemas. En mi experiencia de consejería, he notado que la mayoría de las aventuras extramaritales comenzaron con una amistad. Lo que intentamos no es siempre lo que ocurre. Así que el cuidado y la sabiduría de Dios deben estar presentes.
Finalmente, debo admitir que tengo alguna dificultad con su concepto de que las mujeres somos «poco profundas». Sugiere que los hombres son superiores a las mujeres en la calidad de sus deseos y metas. No encuentro tal cosa ni en mis propias amistades, ni en la historia de las mujeres en general. Han habido varias «grandes» conocidas y desconocidas, entre aquellas del género femenino. Sentimientos tan negativos para con su mismo sexo son de mayor preocupación para mí que el deseo de una amistad con hombres.
La palabra de Dios no prohibe la amistad con el sexo opuesto, y mi intención no es hacer una regla donde Dios no la ha hecho. Sin embargo, tales amistades necesitan ser gobernadas por los principios mencionados anteriormente, y es mi parecer que nuestras vidas se enriquecen mucho cuando incluyen amistades sanas y amorosas con aquellos de nuestro mismo sexo.
Ambos tipos de amistad, obviamente, son de menos prioridad que nuestros matrimonios y todas nuestras relaciones deberían hacer mayor el crecimiento del cuerpo al servir como ejemplo que glorifica a Dios.
por Diana Langberg
Este artículo fue tomado de la revista Partnership, (Enero/Febrero 1987). Publicado por Christianity Today, Inc. Usado con permiso. Apuntes Pastorales – Volumen XII, Número 4
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