27 jun 2008

Un testigo de Cristo

Ser testigo de Cristo, es simplemente decir lo que Cristo hizo por nosotros

“El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”. Hechos 22:14-16

Ananías, alguien desconocido por Saulo, pero alguien que conocía a Saulo, y sus pesados antecedentes de persecución a los cristianos. La revelación de Dios era que debía ir al encuentro de éste, que sería luego el apóstol Pablo.

El mensaje era claro, venía de Dios, del Dios Eterno, y Ananías varón piadoso según la ley, obedeció a Dios, aunque tenía sus reservas en cuanto a Saulo, pero el mensaje decía que Dios lo había escogido.

Cuando llegó donde Saulo estaba, sus primeras palabras fueron una indicación del espíritu de su visita…”Hermano Saulo, recibe la vista” y al instante Saulo pudo ver y Saulo dice “lo miré”…quedó expectante, para recibir el mensaje.

“El Dios de nuestros padres te ha elegido”. Cuando Dios te elige tiene un propósito para tu vida, y esto era lo que Saulo necesitaba conocer. Ya había tenido un encuentro con el Señor en el camino, ahora debía ponerse en acción, porque ahora era testigo, había escuchado su voz, sabía quién era el Señor.

Como testigo, tenía que decir lo que había visto y oído, eso ya era suficiente no tenía que especular, o agregar lo que otros decían. Para ser testigo solo se necesita decir lo que se vio y oyó, eso es lo que hay que decir.

Ser testigo de Cristo, es simplemente decir lo que Cristo hizo por nosotros. Para esto no hace falta ir a un seminario, o tener años de creyente, he visto a muchos recién convertidos, hablar con palabras frescas, a su modo, lo que significa ser un cristiano.

Por otra parte la promesa del Señor es que El, nos dará las palabras necesarias cuando llegue el momento, pero nuestra obligación es hablar de El. Pablo iba a ser obediente al llamado de Dios, por eso hizo caso a Ananías, se bautizó y comenzó a predicar y recién después de tres años subió a encontrarse con los ancianos de la iglesia en Jerusalem.

Ese era Pablo, el que Dios había cambiado su vida. Ese era el que luego iba a decir: “¡ay de mí si no predico el evangelio!”, y…”¡me es impuesta necesidad de predicar el evangelio!”.

¡Señor ayúdame para sentir la misma necesidad de predicar el evangelio!

Dr. Daniel L. Bustamante

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