"Esta mañana medite sobre el deseo de Dios de perdonarme, revelado en las palabras del Salmo 103,12: 'Tan lejos como está el oriente del ocaso, aleja Él de nosotros nuestras rebeldías". En medio de todas mis distracciones, fui tocado por el deseo de Dios de volver a perdonarme una y otra vez. Si volvía a Dios con un corazón arrepentido después de haber pecado, Dios estaba siempre allí para abrazarme y permitirme comenzar de nuevo. 'El Señor es compasivo y clemente, tardo a la cólera y lleno de amor'.
Es difícil para mí perdonar a alguien que realmente me ha ofendido, especialmente cuando ha sucedido más de una vez. Empiezo a dudar de la sinceridad del que me pide perdón por segunda, tercera o cuarta vez. Pero Dios no lleva la cuenta. Dios sólo espera nuestro regreso, sin resentimiento o deseo de venganza. Dios nos quiere en casa. 'El amor del señor es eterno'.
Quizás la razón por la que se me hace difícil perdonar a otros es que yo no creo totalmente que soy una persona perdonada. Si pudiese aceptar plenamente la verdad de que estoy perdonado y que no debo vivir con culpa o vergüenza, sería realmente libre. Mi libertad me permitiría perdonar a otros, setenta veces siete. Al no perdonar, me encadeno al deseo de desquitarme y, por lo tanto, pierdo mi libertad. Una persona perdonada perdona. Esto es lo que proclamamos cuando rezamos: 'Y perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden'.
Esta lucha, que dura toda la vida, yace en el corazón de la vida cristiana".
Henri Nouwen. Camino a Casa
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