19 dic 2010

Memorias de la Invasión Gringa a Panamá

Noche del 19 de diciembre de 1989. 

Recuerdo que esa noche me dormí con el cuaderno de matemáticas en la cama, debía sacar una calificación de 3.5 para poder pasar la materia y no dar clases en verano. 

No se a que hora mi cuñado me despierta bruscamente y me dice “ven a la sala rápido!!!”. Me desperté pero estaba muy desorientado. Lo primero que me llamo la atención fue ver por la ventana luces, destellos, véngalas como de fuegos pirotécnicos, pero las explosiones eran mucho mas fuertes.

Me dicen, “ven a la sala rápido y no te muevas” cuando los ruidos de los disparos de toda clase de armas se hacían más fuertes y fuertes pregunte: ¿Qué esta pasando, otro golpe de estado? NO! Me gritan – “Los gringos invadieron Panamá”. 

Esa noche, en ese departamento del 14avo piso de la torre 2 de los edificios 24 de diciembre de la calle 26 oeste de El Chorrillo habían 11 personas: Mi mama, mi abuela, 4 de mis hermanos, 3 sobrinos, mi cuñado y yo.

Me ponía las manos en los oídos evitando el daño de las detonaciones. Cuando de repente las balas empezaron a surcar por la sala y todos, por instinto, nos tiramos al piso. Fue espantoso. Pedazos de ladrillos, adornos, vidrios, madera caían sobre nosotros como una cascada. 


Mi cuñado nos grita ¡Métanse al baño! Y arrastrándonos las 11 personas nos metimos en un baño de 2 metros cuadrados. Los disparos se hacían más intensos. Los soldados estadounidenses querían asesinar a los soldados panameños que estaban en las azoteas de los edificios, pero no apuntaban bien.

Los disparos, las explosiones, los gritos que escuchábamos eran terribles. Yo temblaba del miedo. Se va la luz y el apartamento se incendia, mi cuñado trato de salir a apagar el incendio que se produjo en una recamara pero ya todo estaba consumido. Lo produjo una especie de arma química que incendio todo a su paso, pero tuvo que volver corriendo pues los disparos no cesaban. Cuando entonces hubo gran explosión que sacudió el edificio y a nosotros. Pensábamos que íbamos a morir y empezamos a gritar. Unos vecinos escucharon nuestros gritos y por la ventana del baño que da hacia el pasillo nos dijeron “salgan y vengan aquí”. Salimos como entramos: arrastrándonos evitando las balas.

El pasillo de en medio era el área más segura, los apartamentos y el ducto del ascensor lo hacían “impenetrable” a las balas. Nunca supe cuantos vecinos habían ahí. Estaba oscuro, así que me tire en una esquina aun temblando del miedo, llorando y rogando para que todo acabara. Pero nunca fue así. Los disparos, las balas, las explosiones, la destrucción fue toda la noche. Los estadounidenses daban una tregua de 20 minutos para que las personas salieran, pero si al acabarse la tregua algo se movía lo asesinaban. Tratamos de bajar por las escaleras varias veces pero el humo de los incendio nos los impedían.

Así que nos quedamos toda la madrugada ahí, sin dormir totalmente aterrados.

Salió el sol y vimos todas nuestras pertenencias destrozadas, nuestro apartamento parecía coladero. Habían orificios de balas de hasta 10 pulgadas. Gran parte estaba quemado. Así que agarramos lo que pudimos y salimos con cuidado a la calle. El Chorrillo no estaba aun totalmente destruido, habían soldados por todas las esquinas con aparatos muy sofisticados que nos apuntaban con sus armas y nos decían que camináramos. Luego uno que hablaba español nos indico que fuéramos a Balboa. Un corregimiento vecino que es de la antigua Zona del Canal.

Fue la primera vez que vi cadáveres de personas. Habían varios por las calles. Vimos con la luz del sol salir a todos los Chorrilleros sobrevivientes a la entrada de la Zona para ir Balboa, cuando de repente se produce un intercambio de disparos y todos salimos corriendo espantados.

Ahí los “gringos” nos llevaron al Gimnasio de la Escuela de Balboa. Ahí pasamos varios meses, no recuerdo cuantos con exactitud, como refugiados de Guerra. Fueron días terribles. Yo tenía 15 años de edad y aun no comprendía que estaba ocurriendo y vi cosas espantosas y terribles. La guerra es el peor mal que el hombre ha creado. Quisiera no recordar esos días, pero los recuerdos por algo muy especial.

No recuerdo ni el día, ni la hora ni nada, estaba como todos los días en el piso del gimnasio esperando que pasaran los horas cuidando nuestras pertenencias cuando vi acercarse a mi  a una joven y me pregunta ¿Cómo estas?, le dije “bueno, bien”. Y ella saca un libro negro y me lo da en las manos y me dice: Quiero obsequiarte esto, esto cambiara tu vida. Lo abro y en la primera página decía “La Santa Biblia”. Vuelvo a mirar a la joven y me pregunta: “¿Conoces a Jesús? Le conteste  “no, digo he visto películas, pero no.” Y ella me dice: “Quiero que hagas una oración conmigo” y ahí hice la oración de fe y para ser honesto no sentí nada especial. Al terminar de hablar se levanta y me dice estas palabras que jamás olvidare: “Hoy vas a recordar este día, pues desde hoy tu vida será diferente”. 

Desde ese día ella regresaba a la misma hora a hablarme de Jesús, yo le preguntaba muchas cosas y ella me contestaba. A los días mi papa consiguió un apartamento alquilado, nos fuimos y nunca más he vuelto a ver a esa joven.

Ya han pasado 21 años desde entonces. En mi vida han pasado muchas cosas que podría decir que fueron cosas malas y buenas. Pero recordando esos días, en este momento me doy cuenta que la semilla que esa joven planto en mi, germino. Hoy día le sirvo al Señor y lo amo con todo mi corazón.  Y en ocasiones quisiera encontrarme con esa joven, bueno hoy día no estará joven, pero quisiera decirle que el tiempo que ella pasó mostrándome un poquito de Jesús no fue en vano.

Y medito en lo importante que es hablarles de Jesús a las personas, por que la palabra jamás regresa vacía. El compartir de su palabra nunca es en vano. Uno planta, otro riega pero el crecimiento lo da Dios. Y todo en el tiempo de El.

Y si, recuerdo la invasión Estadounidense a Panamá, no como hecho histórico o social, la recuerdo por que en ese tiempo alguien me hablo de Jesús y me obsequiaron mi primera Biblia.

Hoy día, gracias a las ofrendas y donaciones de nuestros hermanos y de los que apoyan las misiones hemos obsequiado más de 880 Biblias, teniendo fe para creer que serán 880 almas que le servirán al Señor.

¿ Así que, por no regalar una Biblia? Le estarías cambiando la vida a alguien.

Bendiciones.




No hay comentarios: