23 ago 2009

Introducción al Libro de Miqueas

«¡TE ODIO!», grita y sale corriendo de la habitación. Palabras de una niña lanzadas como dardos emocionales. Quizás aprendió la frase de sus padres o a lo mejor es solo un estallido del pozo interno de la «naturaleza pecadora». Sea cual fuere el caso, el odio y el amor se han convertido en palabras favoritas, muy trilladas, arrojadas al descuido a objetos, situaciones e incluso a la gente.

La ligereza con que se usan palabras como «amor» y «odio» las han privado de significado. Ya no entendemos afirmaciones que describen a un Dios amoroso que aborrece el pecado. Así describimos a Dios como amable y bondadoso: un «debilucho» cósmico. Y nuestro concepto de lo que Él aborrece lo atenúa el pensamiento sin sabiduría y las falsas concepciones.

Las palabras de los profetas contrastan tremendamente con esos malentendidos. La ira de Dios es real, ardiente, devoradora y destructora. Él aborrece el pecado y se levanta como juez justo, listo para impartir el castigo a todos los que desafían sus reglas. El amor de Dios es real. También es real el hecho de enviar a su Hijo, el Mesías para salvar y tomar el lugar del pecador en el juicio. El amor y el odio van juntos; ambos son eternos, irresistibles e insondables.

Miqueas presenta en siete breves capítulos su verdadera descripción de Dios: El Señor todopoderoso que aborrece el pecado y ama al pecador. Gran parte del libro está dedicada a describir el juicio de Dios sobre Israel (el reino del norte), sobre Judá (el reino del sur), y sobre toda la tierra. Este juicio vendría: «Por la rebelión de Jacob, y por los pecados de la casa de Israel» (1.5). Y el profeta hace una lista de estos pecados despreciables, incluyendo el fraude (2.2), el robo (2.8), la codicia (2.9), el libertinaje (2.11), la opresión (3.3), la hipocresía (3.4), la herejía (3.59), la injusticia (3.9), la extorsión y la mentira (6.12), el asesinato (7.2) y otras ofensas. El juicio de Dios vendrá.

En medio de esta predicción abrumadora de destrucción, Miqueas da esperanza y consuelo, ya que también describe el amor de Dios. La verdad es que ese juicio llega después de darles un sinnúmero de oportunidades para arrepentirse, para volver a la verdadera obediencia y adoración: «hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante Dios» (6.8). Pero aun en medio del juicio, Dios promete liberar a una pequeña minoría que ha continuado siguiéndolo. Él declara. «Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino y pasarán la puerta, y saldrán por ella; y su rey pasará delante de ellos, y a la cabeza de ellos Jehová» (2.13) Este Rey, por supuesto, es Jesús; y leemos en 5.2 que nacería en Belén, una aldea judía desconocida.

Cuando lee Miqueas se percata de la ira de Dios, puesta en práctica cuando juzga y castiga el pecado. Vea el amor de Dios en acción cuando ofrece la vida eterna a todos los que se arrepientan y crean. Y luego determine unirse al remanente fiel del pueblo de Dios para vivir de acuerdo con su voluntad.

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