Los feligreses y el pastor evangélico Mauricio Sanez Condorí alababan juntos con entusiasmo a Dios y le agradecían su cuidado y la bendición de la vida. Justo en ese instante ingresó en el templo un ladrón, arma en mano y encapuchado, más preocupado por las cuestiones terrenales que las espirituales.
A gritos, con malos modos, y encañonando a los asistentes, el atracador empezó a exigir el dinero y todo lo que llevasen de valor a la concurrencia, de condición muy humilde, que llenaba la pequeña iglesia de los Hermanos Libres ubicada en la localidad de Rodeo del Medio de la provincia de Mendoza, 1.100 kilómetros al oeste de Buenos Aires.
El atracador iba quitando dinero y pertenencias a sus víctimas y de repente el ladrón reaccionó en forma imprevista disparando su revólver contra el pastor, que presidía el encuentro, de pie, en el altar.
El cañón del arma apuntó al pecho del religioso y hacia allí de dirigió el proyectil. Todos temieron lo peor, pero la bala impactó en la Biblia que llevaba para oficiar el culto y que sostenía en el aire delante de él, desviando la trayectoria original (otras fuentes dicen que era un himnario). La bala alcanzó al pastor debajo del hombro izquierdo, muy cerca del corazón.
Como en un sueño, Mauricio Sanez Condorí cayó enseguida en la cuenta de que la Biblia estaba rota por el balazo y que le había salvado su vida. "Esto me hace creer aún más en un Dios que me cuida", concluyó, después, emocionado.
El ladrón alcanzó a huir. Condorí dijo a la prensa que si se arrepiente lo recibirá en su congregación, aunque (lo cortés no quita lo justo) al mismo tiempo pidió a la Justicia ´mano dura´ con los delincuentes.
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