29 abr 2017

No soy bueno para hablar

Lectura: Romanos 10:13-17

Muy a menudo, cuando un creyente es desafiado a compartir sobre su fe, empieza a buscar múltiples excusas: “no sé tanto como para compartir lo que creo”, o “en realidad no soy bueno para hablar”.  Más sin embargo, todo creyente de Cristo, debería ser capaz de compartir su fe con otros.  En realidad no estamos diciendo que tengas la obligación de dar una enseñanza ante la iglesia o que tengas que escribir todo un libro sobre lo que sabes ahora de Dios.

El compartir tu fe debe ser tan sencillo y natural, como la conversación que tienes con tus amigos, hijos, compañeros, o con el extraño con que hablas del futbol, del clima, de la política, de la noticia de moda, en el transporte público.

En realidad  no se necesita saber mucho para compartir tu fe, son tres simples puntos utilizando tres versículos, que debes ser capaz de explicar, te lo presentamos mediante este simple ejemplo: “¿Si mueres hoy dónde pasarías tu eternidad?”

Sino lo sabes te voy a explicar, en un par de minutos; la Biblia nos habla de una condición que tenemos todos los seres humanos: “Porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Rom.3:23), (Punto 1: Somos Pecadores, esto debido al pecado original que Adán cometió en el jardín) entonces ¿no hay esperanza?  Unos versos más adelante encontramos la respuesta: “Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom.6:23) (Punto 2: la Decisión).  Ese don o regalo: la vida eterna, está disponible gracias al sacrificio que nuestro Señor hizo en la cruz,  y es tan simple como reconocer tu necesidad de ser salvado y aceptar que Dios te puede rescatar y dar vida: “Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12) (Punto 3: La Bendición)

Se cuenta la historia de un hombre que estaba en sus últimos días debido a una enfermedad terminal, la cual fue salva gracias a un papel de embalaje que llegó con un paquete que recibió de Australia.  Las arrugadas paginas contenían un sermón de Charles Spurgeon, estas palabras evangelísticas fueron predicadas a Reino Unido, se imprimieron en Estados Unidos, fueron enviados a Australia y luego de los años, cuando el libro se deterioró, fue utilizado como papel para embalaje, para un paquete que sería enviado nuevamente a Londres, estas palabras de esperanza, llegaron en el momento justo a las manos que las necesitaban.  Ese es el poder del evangelio.

  1. No necesitas ser un hábil orador para compartir el evangelio, tan sólo comparte lo que Dios ha hecho en tu vida y lo agradecido que estás.

 

  1. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios! (2 Cor.5:20).

HG/MD

“Predica la palabra; mantente dispuesto a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y enseñanza” (1 Timoteo 4:2)



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